Espacio AEC: ¿Cómo llamamos a una película que no se puede ver?
Por José Val Bal AEC
Fotograma de Charada, (Stanley Donen / Charles Lang)
Niépce contó una historia con su fotografía de los tejados de una aldea. A cada cual corresponde interpretarla como uno quiera, acertadamente o no, es lo de menos, pero no hay duda de que Niépce parió su obra.
Más adelante, Étienne Jules-Marey utilizaría la escopeta fotográfica para estudiar la anatomía del ser humano y los animales, creando las primeras secuencias cinematográficas con un gato cayendo sobre sus pies o un hombre desnudo caminando en su estudio. Marey indiscutiblemente era autor de sus secuencias. Más famosos son los documentales de los Lumière o las películas de Méliès, a los que nadie les negaría la autoría, y cuyas obras ya irían acompañadas de música en directo en sus presentaciones públicas. La Historia, sin embargo, nos deja el ejemplo de Alice Guy Blaché, que no fue reconocida como autora de su obra cuando debía serlo porque el mundo era y sigue siendo machista; y ella paradójicamente, fue la primera persona en dirigir una película. En este punto, creo queda claro que una película sin sonido es una película; pero ¿cómo llamamos a una película que no tiene imagen?
Estoy seguro de que ningún cinematógrafo negaría que el compositor es el autor de su música, que el pintor lo es de su cuadro, que el cocinero lo es de su guiso, o que el fotógrafo lo es de su foto. ¿Por qué cuesta aún tanto percatarse de que el director de fotografía es autor de sus imágenes? Lo diga la ley o no, capturamos veinticuatro fotogramas por segundo, pero los que tienen que reconocerlo legalmente parecen ir veinticuatro veces más despacio que a la hora de reconocer que Shostakovich compuso el Waltz no2 en el que Kubrick se apoyó para Eyes Wide Shut (sería interesante ver a los legisladores discutirle a Kubrick que él no era autor de su obra fotográfica en sus primeros años de cine, pero sí cuando trabajaba para la revista Look). Absurdo.
Esto, afortunadamente, parece que está cambiando gracias al empeño que los profesionales de la cinematografía hemos puesto en que se reconozcan nuestros derechos como autoras y autores de las obras que rodamos, y que deben reflejarse claramente y sin miramientos en la nueva ley del cine. Por otro lado, las directoras y directores de fotografía debemos procurar que toda la industria y los espectadores conozcan y reconozcan nuestra labor y la encuadre donde debe estar. En 2019, todos poníamos un cuadro negro en nuestra cuenta de Instagram cuando la Academia de Hollywood decidió entregar el Oscar a la mejor cinematografía durante los anuncios, pero no hace falta irse tan lejos para ver que el oficio de la cinematografía aún se mira de reojo desde algunos colectivos. Véase, por ejemplo, que los Feroz tienen merecidos premios a la mejor música original y al mejor guion, pero aún se les escapa la dirección de fotografía.
Que nadie se confunda. Esto no va de que te den premios ni de recoger royalties (nos tocaría bastante poco y a saber cuándo se cobrarían). Esto va de poner las cosas en su sitio, y defender el prestigio, la historia y el legado de la dirección de fotografía. Fotografías pensadas y ejecutadas conforme a un plan de rodaje y que tienen un trabajo intelectual detrás. Y es que, si al ver una película, serie o corto, no están viendo una serie de fotografías correlativas, ¿qué están viendo?
Pónganse la escena de Charade en la que Cary Grant recibe una manzana del cuello de una señora y cierren los ojos. Hay guion y hay música, pero si no supieran que están ante una película, más de uno pediría que cambiaran de emisora. Porque sin imagen no hay película.
Por José Val Bal AEC
Originalmente publicado en Camera & Light 122.
Encontrarás la sección AEC en todos los números de Camera & Light en sus versiones impresa y digital.