La fotografía de Kiko de la Rica en ‘Mediterráneo’
El director de fotografía gana el Premio Goya por su trabajo en la película de Marcel Barrena
TEXTO: CARMEN V. ALBERT
FOTOS: LUCÍA FARAIG
Otoño 2015. Dos socorristas, Óscar (Eduard Fernández) y Gerard (Dani Rovira), viajan hasta Lesbos (Grecia) impactados por la fotografía de un niño (Aylán Kurdi) ahogado en las aguas del Mediterráneo. Al llegar, descubren una realidad sobrecogedora: cada día, miles de personas arriesgan sus vidas en el mar huyendo de conflictos armados sin que nadie ejerza labores de rescate.
Junto a Esther (Anna Castillo) y Nico (Sergi López), crearán un equipo de salvamento con el que intentarán hacer frente a la situación, e inevitablemente harán visible una realidad que afecta a toda Europa.
Mediterráneo cuenta una batalla por la supervivencia, una lucha en la que cada vida cuenta.
El 29 de octubre de 2015, cientos de personas fueron rescatadas en el Mediterráneo en el que por entonces fue el mayor naufragio de nuestra época. Sucedió en la isla de Lesbos (Grecia), situada a tan solo 14 kilómetros de Turquía. Se trataba de la huida masiva de civiles de conflictos armados que aún se desarrollan en la actualidad. Abandonados a su suerte, sin saber nadar y en manos de mafias despiadadas que les sueltan a escasos metros de la costa, fueron auxiliados ese día por un puñado de socorristas de Badalona. Óscar Camps y Gerard Canals, junto a otros miembros de su equipo, y siguiendo la ley del mar, que dice que no hay que dejar a ningún náufrago en el agua, lucharon para intentar poner a salvo a esas personas. Este fue el inicio de la ONG Open Arms, que ha salvado desde entonces a más de 60.000 personas en el mar.
Unos años después, un grupo de productores deciden asumir la responsabilidad de contar esta historia, aprovechando la función del cine como herramienta de difusión y sensibilización y adaptando la historia real a un guion cinematográfico. Aún ‘ficcionada’ en algunas partes del guion para alcanzar amplias audiencias, la producción trató de conseguir el máximo realismo intentando rodar en las localizaciones reales y utilizando el mismo material que estos socorristas utilizaron en aquel gran rescate: las motos, los chalecos salvavidas…también se recuperaron las barcas que usaron los refugiados para llegar a Lesbos y se reconstruyó el campo de refugiados de Moria al detalle, contratando como figurantes a cientos de refugiados que sobrevivieron al mar; un mar que también es real.
En el número del pasado septiembre de Camera & Light hablamos con el director de fotografía Kiko de la Rica sobre las dificultades que conllevaron todas estas decisiones a la fase de rodaje en Grecia, que fueron solventando una a una con las ganas y el empuje de quien sabe que está haciendo lo que le dicta su corazón. Hoy lo publicamos en la web, como es ya costumbre, como celebración del Premio Goya a Mejor Fotografía.
De izquierda a derecha, Kiko de la Rica AEC, Marcel Barrena y Melika Foroutan. Foto de Lucía Faraig
ENTREVISTA A KIKO DE LA RICA AEC, DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA
Al parecer, el rodaje de esta película fue extremadamente complicado.
Fue un rodaje que se nos quedará grabado para siempre. Ha sido una experiencia increíble a nivel emocional para todo el equipo. Se hizo con mucha humildad, pero con mucho compromiso, con una entrega emocional muy importante. Lo vivimos con mucha intensidad, con mucho esfuerzo y sobre todo muy buen ambiente, porque teníamos el propósito de hacer una película donde no había mucho músculo de producción, pero sí un compromiso moral en realizarla.
Se trata de una coproducción con Grecia. ¿Te llevaste a tu equipo o hubo parte griega?
Me llevé a un segundo operador, ya que íbamos con dos cámaras, que se llama Lionel Garrote, que, aparte de ser un gran profesional, a nivel humano es fantástico, y es lo que hacía falta, porque nos enfrentábamos a un rodaje en Grecia con un equipo que no era el nuestro, a nivel de eléctricos, de dirección de arte, parte de producción, y yo tenía claro que al menos tenía que haber alguien que me siguiera, que, si había que tirarse por el acantilado se viniese conmigo, y Lio fue un gran aliado.
También lo fue el ayudante, Edu Roigé, y el gaffer, Montxo Bartrolí, que sufrió mucho trabajando con los eléctricos de Grecia. Me sorprendió bastante que, habiendo services, en Grecia no hubiera una infraestructura potente de cine.
Lionel Garrote, segundo operador. Foto de Lucía Faraig
Durante la preparación se incendió el campo de refugiados de Moria, lo que trastocó el plan de rodaje, del mismo modo que lo hicieron las condiciones marítimas. ¿En qué partes de Grecia rodasteis?
Empezamos a localizar en Lesbos cuando ya estaba comenzando la pandemia, pero finalmente no pudimos rodar allí. Fue una gran pérdida, porque es una isla muy particular y además es el escenario real. Pero la situación era muy difícil, también había conflictos con los afganos; de hecho, localizando tuvimos que atravesar varias barricadas y comprobamos que aquello estaba muy complicado. Con el agravamiento de la pandemia, al final se decidió rodar en Atenas. Hicimos una parada, reiniciamos la preproducción y después del confinamiento arrancamos en Atenas. Tuvimos que hacer cambalaches para buscar localizaciones en los alrededores de Atenas. Como allí hay mucha isla, encontramos un lugar donde la distancia era proporcionalmente la misma de Lesbos con Turquía. Ya se dice en la película, unos 10 km.… está ahí al lado.
Hubo pérdidas con el cambio de espacios. Localizaciones muy bonitas, como, por ejemplo, el faro donde Óscar Camps inspeccionaba el mar, que era precioso, se perdieron. La propia isla de Lesbos tiene mucho encanto, con los puertitos pesqueros y, además, el escenario real tenía todo lo que nos habían contado. Eran unos pueblitos con mucho encanto, con puertos de pescadores que también han sacado a mucha gente del agua. Te contaban cosas dramáticas, como estar pescando, levantar las redes y recoger un cadáver de un niño. Son también grandes héroes que han tomado parte en el asunto de manera anónima.
La película sorprende porque, lejos de guardar un estilo documental, está muy ficcionada. Marcel y su guionista trabajaron en este proyecto cuatro años, documentándose de primera mano sobre el trabajo de los socorristas y otros voluntarios en el Egeo. ¿Cuándo te involucraste tú?
Yo obviamente no estuve durante todo ese tiempo. Efectivamente, no tiene que ver con un documental, se trata de contar los comienzos de Óscar [Camps] y conocer al personaje en este proceso. Lo que cuenta la película es su decisión vital en ese momento, y se adivina un pasado donde él, de alguna manera, tiene sus propios conflictos, y vemos a un personaje que incluso puede no caer bien. Ahí está la interpretación de Eduard [Fernández], que con muy poco cuenta mucho, y lo interesante de la película, desde mi punto de vista, es que está centrada en él, que es una persona muy hermética, arropada por sus amigos, y la relación que tiene con su hija, también con conflictos; de algún modo recomienza su relación con ella también en ese momento de su vida.
Eduard había construido muy bien el personaje y yo me agarré a él. Eduard le da mucho peso y mucha verdad a la película, y la forma de rodarla, siguiendo al personaje y dándole así realismo y verdad, creo que hace que la sientas y la historia crezca.
Esta película fue terriblemente dura de realizar para nosotros. Y lo digo con un poco de rubor, porque lo verdaderamente duro es lo que hace esta gente para pasar esos 10 km. Pero bueno, fue un rodaje muy duro: rodar en el mar es complicadísimo.
Foto de Lucía Faraig
¿Cuánto tiempo rodasteis allí?
Seis semanas y tres días. Muy poco tiempo, pero tiramos todo mi equipo y yo adelante. La ayudante de dirección, Vicky Mullor, fue otra gran aliada.
También tuvimos una segunda unidad con el director Fernando Trullols y el operador Albert Pascual, que nos echaron también una mano. Lo bueno es que tuvimos un buen equipo con los españoles, no tanto con los griegos, lamentablemente. Por eso hubo que hacer de todo, yo me lanzaba a ambientar y a mover cosas. Pero todo con mucha ilusión y muchas ganas.
También colaboró en la película Santi Palacios, el fotógrafo español ganador del World Press Photo que retrató de primera mano la historia que vosotros contáis. ¿Su trabajo te sirvió como referencia o te has querido salir de toda referencia documental a nivel fotográfico?
Estudiamos, por supuesto, las imágenes reales, y yo ya conocía el trabajo de Santi. Pero sobre todo mi idea principal fue ir con Eduard, seguir a ‘Maradona’, estar con él operando cámara en mano para darle verdad.
¿Con qué cámara y ópticas rodaste?
Fue todo muy básico; material de iluminación, por ejemplo, llevamos muy poco. El ‘drama’ eran sobre todo los exteriores y el mar, que cada día estaban de una manera. Imagínate, empezabas a las 8 de la mañana y terminabas a las 8 de la tarde: cómo cambia la luz, hay nubes, claros…yo aquí tuve que renunciar, obviamente, porque no había otra. Entonces lo que hacía era buscar ángulos buenos, orientaciones y horarios que me interesaran…porque la prioridad para eso en el rodaje era ninguna; había otras cosas mucho más condicionantes y además no había tiempo para nada. Así que, de pronto teníamos sol, de pronto teníamos nubes, pero estaba asumido y había que tirar para adelante.
Usamos dos Alexa Minis. Teníamos que ser muy operativos, ir con una cámara ligera y lentes que no pesaran mucho para el rodaje en el agua. Si esta película hubiera tenido presupuesto hubiéramos trabajado en una piscina -se barajó de hecho ir a Malta-, pero finalmente rodamos en el mar con dos Scuba y en unas condiciones bastante sencillas. Las ópticas creo recordar que me quedé con las Ultra Prime, que son unas ópticas que ahora están un poco en desuso, pero son ligeras y elegidas también por presupuesto, porque íbamos con dos juegos completos.
Por tanto, ¿los rodajes acuáticos fueron en el mar sin un equipo especializado?
Solo conseguí llevar a un amigo surfero que tenía una carcasa, porque claro, las Scubas son para trabajar sobre el agua y sumergirlas como mucho a medio metro, porque son como una boya, como una bolsa donde puedes estar a ras del agua y sumergirla un poquito. Pero hacía falta algo para poder mover y levantar la cámara y de repente darle arreón y poder seguir a los actores nadando. Este operador, Iker Elorrieta, tiene una carcasa con la que te puedes sumergir cuatro metros bajo el agua. Pero el equipo tenía sus limitaciones, no podías hacer el foco manual, por ejemplo…para rodar bien en el agua tienes que tener el control, también de sonido, desde arriba, para coordinar. Así que esto fue muy batallero. Pero bueno, Iker nos vino muy bien para hacer planos dentro del agua y levantar la cámara y sacarla con las manos para fuera. Y así conseguimos hacer planos que sin él hubieran sido imposibles, porque era inviable traer a gente especializada con carcasas acuáticas. Fue más corazón que otra cosa. Guerrilla.
Yo soy carne de embarcadero, soy del País Vasco, he tenido bote, he ido a pescar y me he encontrado con galernas…pero en el rodaje hubo un momento en que estaba dentro de una Zodiac con mi ayudante, nos fuimos alejando de una embarcación de apoyo, y el mar empezó a ponerse feo. Hacía calor y yo había salido con ropa de verano, pero empezó a entrar agua y había viento y comenzamos a sentir un frío terrible…fue bastante tiempo y estaba entumecido. Hacía un sol increíble y, de pronto, el mar es como es y al momento cambia todo. Y yo estaba en una Zodiac y sabía de sobra que no me iba a pasar nada, pero te pones en el lugar de la gente que va en patera y le pasa eso y ni siquiera saben nadar…qué horror. Es terrible que se ahoguen cuando les sueltan a 20 metros de la orilla…
Foto de Lucía Faraig
Cuando mostrabais esas escenas tan dramáticas, quienes actuaban eran migrantes, ¿verdad? ¿Cómo fue trabajar con ellos?
Sí, son todas personas que han llegado allí del mismo modo. Se portaron de maravilla, son gente encantadora, no se quejaron de nada, y eso que estaban en el agua, con neoprenos debajo. Lo que hicimos fue la trampa de estar cerca de la orilla para que pudieran hacer pie, en algunas ocasiones, y esto facilitaba el rodaje, aunque también tenía sus inconvenientes en el color del agua, que se enturbiaba toda…pero la verdad es que aguantaron muy bien tantas horas de rodaje en el agua.
¿Cómo planificabais las jornadas de rodaje y estos planos con actores no profesionales?
Rodábamos muchos planos y muy rápido, sobre todo las secuencias de acción. Las que había que transmitir con la interpretación de los actores se hacían más pausadamente, pero la acción se hacía muy rápido. Estaba organizado para que, cuando nos metiéramos al agua, que rodáramos lo máximo posible y, como íbamos a dos cámaras y las dos Scubas, luego una la llevábamos a una embarcación de apoyo con un estabilizador Ronin para poder trabajar con lentes más largas, y ahí íbamos todos ‘buscándonos la vida’.
Supongo que los planos aéreos están hechos con drones.
Sí, son drones, y la verdad que yo eché de menos bajar más con el dron y hacer planos rasantes que fueran más interesantes. No había malas condiciones para hacerlo, pero lo máximo que conseguimos que el operador bajara el dron fue a 10 metros de altura del agua.
Pese al rodaje de guerrilla, la fotografía es tremendamente disfrutable: la paleta de colores, la textura. La estética es muy orgánica. Supongo que la propia localización te facilitaba mucho las cosas. ¿Cómo te planteaste el enfoque visual?
Yo quería que la fotografía pasara bastante desapercibida, aunque dentro de los propios espacios, de noche o en interiores, la hacía bastante natural, pero dándole de pronto un color, por ejemplo, una dominante verde con unas fluorescentes, o unas lámparas de sodio tirando un poco a dorados…hacerlo muy de verdad, que no se notara la luz, darle naturalidad.
Sí, recuerdo la escena de la comisaría donde está la cárcel, más trabajada, con una luz verdosa entrando por la ventana.
Sí. Tampoco la trabajé demasiado, pero sí creé un clima un poco ad hoc al lugar, un poco recogido. En ese espacio sí que se intervino, no se construyó nada, pero sí se pintó con una intención de color. Pero, por lo demás, todo se rodó en espacios naturales con muy poca intervención.
En realidad, teníamos muy pocos medios. Para el campo de refugiados de Moira teníamos tan poco, que al final se trataba de echarse la cámara en mano, que creo que le ayudaba mucho para que tenga esa verdad o ese realismo, y bueno, muchas veces hacer planos robados de figuración en tiempos muertos, porque no había tiempo para hacer unas puestas en escena muy elaboradas, así que nos fuimos muchas veces a ‘robar’.
Sí hay un exterior muy elaborado que es la entrevista que le hace una periodista a Óscar Camps, que es muy estética, con los escorzos y los desenfoques de los fondos…
Sí, la propia secuencia también te permitía hacer eso. Era una entrevista, entonces, era más pausada, le podíamos dar un punto diferente. Aún así, era muy sencillo también; si recuerdas, era un plano general donde están en silueta, y luego ya las entrevistas con una luz lateral un poquito más trabajada. Ese momento lo permitía y encaja bien, no desentona de la forma, porque ahí sí que estábamos con trípodes y era un enfoque más formal.
En ese sentido, Marcel me dejó bastante libertad en la planificación y fui un poco sobre la marcha, creando y echando una mano en las puestas en escena y sobre todo con Eduard, que para mí es el mejor actor de este país. Y es que sabe tanto que te facilita muchísimo el trabajo. Con otro actor sin tanta experiencia o de otro perfil hubiera resultado muy complicado, en el tiempo que tuvimos, poder hacer la película.
Sin embargo, Eduard sabe con solo un gesto que yo le haga si te tiene que esperar, o lo que sea. Él siente la cámara, entonces, si sabe que vas tarde, sin que se note en su interpretación, él te está esperando y acompañando. La verdad es que es espectacular cómo baila con la cámara; sin que se aprecie, sabe dónde está, dónde tiene que mirar.
Esas ocasiones en que se forma una complicidad especial entre el operador y el actor.
Claro, el cine es técnica también, y cuando un actor sabe que depende de esa coreografía entre él y la cámara, por lo que cuenta, te facilita mucho las cosas, sabe dónde mirar…con Eduard ha sido muy fácil, incluso improvisando las puestas en escena. Estaba entregado, también a nivel personal le apetecía, como a todos, contar esta historia, y entonces no hubo ningún problema en ese sentido. Fue muy fácil y bonito con él.
Lo que me parece muy interesante de este personaje que interpreta es cómo cuenta mucho con muy poco. Menos, es más: tiene una contención terrible y sin embargo te lo está contando todo. No le encuentras la trampa por ningún lado.
¿Cómo valoras tu colaboración con el director?
Es una persona con mucha pasión y con muchas ganas, que te transmite lo que quiere. Es muy agradecido, no tiene soberbia, y si le argumentas otra cosa que le parece mejor lo acepta, y en ese sentido la relación fue buena. Tenía las cosas claras, y luego a la hora de materializarlo y rodarlo, fuimos un poco sobre la marcha y me dejó libertad.
¿Sueles trabajar bien con directores que tienen mucha menos experiencia que tú?
Independientemente de su experiencia, a mí me gusta encontrar un director que tenga su propio lenguaje, su propia escritura cinematográfica, y luego, a partir de ahí, pues echarle una mano en la escritura a nivel visual. Lo que hace falta en un buen rodaje es un director que tenga su propia personalidad. Su autoría, al fin y al cabo.
¿Con qué te quedas de esta experiencia?
Para mí fue un rodaje muy intenso, muy físico, muy duro, aunque me da vergüenza decirlo en comparación con lo que pasa esta gente en el mar. Pero bueno, hubo un compromiso moral, una entrega, intentar hacer algo dentro de las pocas posibilidades que teníamos, pero que funcionó porque había mucho corazón por parte del equipo y un compañerismo y un “todos a una” que al final, aparte de la película, que te guste o no, yo que trabajo en una película detrás de otra, con lo que más me quedo es con el proceso, que en unas es mejor y en otras es peor. Y en esta ha sido maravilloso.
Y si además el resultado tiene ese añadido de que además de contar una historia puedes intentar concienciar a la gente, esto le da un plus que no tienen otros trabajos.
Sí, por eso ha sido tan bonito. El resultado será mejor o peor, pero aquí hay un motivo añadido. Pero, con cualquier película, yo me quedo cada vez más con cómo lo vivo y cómo lo paso en cuanto a las relaciones, la ilusión y las ganas que le he puesto.
ENTREVISTA PUBLICADA EN CAMERA & LIGHT EDICIÓN SEPTIEMBRE DE 2021 (digital / papel)
Equipo Técnico
Dirección: Marcel Barrena
Guion: Danielle Schleif
Productoras: Fasten Films, Lastor Media, Arcadia Motion Pictures, Cados Producciones, Heretic
Dirección de Fotografía: Kiko de la Rica
Dirección de Arte: Pinelopi Valti
Sonido: Eva Valiño
Montaje: Nacho Ruiz Capillas
Dirección segunda unidad y acción: Fernando Trullols
Gaffer: Montxo Bartrolí
Segundo Operador: Lionel Garrote
Ficha técnica
Cámara: ARRi Alexa Mini
Ópticas: Zeiss Ultra Prime
Relación de aspecto: 2,35:1