‘Nina’, un neowestern en la costa vasca
Juli Carné Martorell fotografía esta película que se inspira en el cine clásico
El Premio Especial del Jurado de la Crítica del 27 Festival de Málaga fue para Nina, la segunda película de Andrea Jaurrieta (Ana de día). Esta obra sobre la venganza y la culpa narra a través de una propuesta visual exuberante y llena de cinefilia el regreso de Nina (Patricia López Arnaiz) a su pueblo natal buscando venganza. El espectador es testigo de la disección minuciosa que hace la directora del peso de las cicatrices del pasado, en una obra moral que plantea un tema que resulta actual: la responsabilidad frente al abuso que cometen figuras públicas, cuyo poder se asienta en el prestigio y el reconocimiento, y que en esta historia es encarnada por el actor argentino Darío Grandinetti.
Autor: Juan Esparza Cevallos
En la edición de este mes conversamos con Juli Carné Martorell (Ana de día, Llim), quien firma la fotografía de Nina (2024), su segundo largometraje con Andrea Jaurrieta. El director de fotografía catalán nos explica los pormenores de su trabajo, tanto técnico como conceptual, con el que dio forma a este thriller con tintes de western rodado en los pueblos de Mundaka y Bermeo (Bizkaia), que sobresale por su cuidado aspecto visual y por sus interpretaciones.
ENTREVISTA A JULI CARNÉ MARTORELL, DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA
La película, que posee una vocación clásica, nos introduce en la historia de Nina, una actriz que regresa a su pueblo natal de la costa vasca, buscando vengarse de un respetado escritor, Pedro, al que ahora el pueblo rinde homenaje. Nina, película en la que Jaurrieta y Carné Martorell han volcado toda su cinefilia, asienta su lenguaje visual en melodramas como Johnny Guitar (1954) de Nicholas Ray, o westerns como Duelo al sol (1946) de King Vidor y William Dieterle, así como en películas contemporáneas, pero deudoras de una tradición más clásica, como The Banshees of Inishering (2022) de Martin McDonagh o El poder del perro (2021) de Jane Campion. De igual manera, se inspira en películas donde el mar de fondo posee un gran protagonismo, como Retrato de una mujer en llamas (2019) de Céline Sciamma o El faro (2019) de Robert Eggers.
El look de Nina se caracteriza por un dramatismo expresivo que se muestra también a través del alto contraste de las escenas nocturnas, la presencia de sombras, incluso durante el día, así como del retrato de condiciones atmosféricas y climáticas del cielo de la costa vasca, “casi siempre encapotado”, como telón de fondo. Desde la preproducción, tanto Jaurrieta como Carné Martorell plantearon “una obra determinista en lo psicológico, lo que significaba que el personaje de Nina estuviera profundamente marcado por el paisaje y el clima. Nuestra intención era aprisionarla en este enclave y plantear una fotografía densa, dado que la historia narra el regreso a su pueblo natal, llena de dolor y rabia” dice Carné Martorell. Sin embargo, a pesar de esto, la película conserva también una idea moderna de la iluminación, puesto que, durante casi todas las escenas, se justifican las fuentes de luz dentro del cuadro y se respeta su dirección, creando, por un lado, “un look y una paleta muy marcada dentro del realismo”, y dotando, por otro, gracias al diseño lumínico, de una gran libertad a los actores durante el rodaje.
Para llevar a cabo esta planificación lumínica fue muy importante el proceso de búsqueda de las localizaciones naturales junto al gaffer Peru Herrero. Durante el rodaje, se decidió poner en práctica la premisa de iluminar casi siempre desde fuera del set con la ayuda de HMIs y reforzar esta intención con las fuentes visibles de luz desde dentro, con aparatos LED más pequeños como ARRI SkyPanels. De igual forma, fue muy importante el trabajo de consensuar las horas de rodaje junto a la ayudante de dirección Sara San Martín, quien tuvo que ajustar el plan de rodaje con las mareas del Urdaibai. Además, se llevaron a cabo pruebas de cámara donde el director de fotografía y su equipo “fueron en busca de la luz en las localizaciones reales”, a partir de lo cual se diseñó la LUT de la película junto a la colorista Sandra Otero. Partiendo de este trabajo previo, se diseñó un look que se caracterizaba por su ‘equilibrio’, al articular un mundo oscuro a través de paleta de tonos fríos de verdes, azules, grises, dentro de la que se acentúa el uso expresivo del color rojo, que a su vez se inspira en la saturación propia del proceso cromático del Technicolor, y que se hace evidente tanto en el diseño de producción como en el vestuario: “Este era el color del dolor, del drama y de la sangre, que se destacaba sobre todo en la noche”, explica el director de fotografía catalán.
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