Se estrena ‘El olivo’ de Icíar Bollaín
En Cameraman 86 entrevistamos a su DoP Sergi Gallardo
En El Olivo, Alma tiene 20 años y trabaja en una granja de pollos en un pueblo del interior de Castellón. Su abuelo, que para sorpresa de su familia dejó de hablar hace años, es la persona que más le importa en este mundo. Ahora que ha decidido dejar de comer también, Alma se obsesiona con que lo único que puede hacer «volver» a su abuelo a su estado es recuperar el olivo milenario que la familia vendió contra su voluntad hace 12 años.
Pese a su claridad expositiva y lumínica, El olivo fue una película difícil de rodar. Las múltiples y variadas localizaciones, la apuesta por la proximidad y la cámara al hombro, convertían cada secuencia en un tour de forcé para el equipo de rodaje encabezado por Icíar Bollaín, y su director de foto y primer operador de cámara, Sergi Gallardo. Con cuatro millones de presupuesto, se levantó y se puso en marcha una película que habla de la herencia, de los valores familiares y de la necesidad de luchar por unos ideales ecológicos en un mundo a la deriva, entregado a las multinacionales y al flujo de capitales.
En el número 86 de Cameraman encontraréis una extensa entrevista al director de fotografía Sergi Gallardo, que os avanzamos a continuación:
¿Cómo entraste en este proyecto?
Lo primero fue una llamada de Juan Gordon, el productor de la película, para entrevistarme con Icíar Bollaín. Estábamos convocados más directores de fotografía, así que supongo que durante ese primer encuentro la convencí. Además, yo ya había trabajado con otras directoras como Patricia Ferreira o Judith Colell, quienes pudieron influir en la elección que finalmente tomó la directora. Rodar esta película, trabajar con Icíar, a partir de un guión de Paul Laverty, tan emocionante y tierno como este, era el mejor regalo que me podían hacer.
A nivel narrativo y estético, ¿qué tipo de película te propuso Icíar Bollaín?
Ella lo tenía muy claro desde el principio y además mi trabajo también había ido hasta entonces por ese camino. Pretendía una estética muy natural, de cámara en mano (más del 90% de los planos se han rodado así), pero sin que la imagen se convirtiese en fea. Se pretendía estar cerca de los personajes también, que el espectador sintiese esa proximidad, y es por eso que se trabajó con ópticas normales de 32, 40 o 50mm, aunque también es verdad que a veces por obstáculos físicos o porque nos apetecía dejar un poco más de distancia, como por ejemplo cuando Alma está lavando a su abuelo, metíamos una óptica más larga. Como es un proyecto muy personal, Icíar quería también que operase yo la cámara, y en este sentido nunca se planteó el contar con un segundo operador, más que en secuencias muy delicadas.
¿Con qué modelo de cámara y óptica rodasteis?
Llevábamos la Sony F55 con un recorder AXS-R5 para poder grabar en RAW, y un juego de ópticas Cooke S4. Fue una decisión de Morena Films, donde se trabaja bastante con esta cámara al tenerlas en propiedad.
Foto de rodaje por ©joseharo
Durante el rodaje, ¿qué margen había para la improvisación en el movimiento de los actores?
Al empezar cada jornada hacíamos un “teatrillo”, en el que Icíar estaba abierta a que los actores aportaran cosas, a pesar de que el storyboard estuviese ya definido. Creo que es muy enriquecedor que en estos ensayos se deje un margen a la improvisación y al diálogo entre todos, y en El olivo lo había. Por lo que respecta a mi trabajo, la cámara en mano tiene un punto de improvisación muy importante, y en este sentido me ayuda mucho el contar con un ayudante de cámara, con un foquista como Luis Guervós, que esté atento a todas estas posibles correcciones, porque tú te mueves, los actores se mueven, no hay marcas exactas como con un travelling… Por otra parte, en esta película contábamos con dos actores que no eran profesionales, como el abuelo y la niña, e Icíar pretendía mucha espontaneidad de sus actuaciones: se nos sugirió que no les diésemos indicaciones técnicas para no condicionarlos, y ella por su parte no les entregó el guión dialogado, sino que les iba transmitiendo las ideas para que ellos las expresasen a su manera: se buscaba que no recitasen. Esto nos obligaba a hacer tomas larguísimas para alcanzar esa espontaneidad, esa verdad.
Y lumínicamente, ¿qué es lo que caracteriza a la película?
El olivo se ha rodado en espacios muy diferentes. Quizás, a efectos lumínicos, la película se pueda dividir en dos partes: la de El Maestrazgo, de campos, de olivos, de sol intenso, y la parte alemana, en un país con la luz más fría. Quieras que no, estas dos latitudes geográficas te marcan el camino a seguir a la hora de iluminar, buscando la sombra en la parte alemana y la luz en la de Castellón. Al haberse rodado la película en pleno verano, durante los meses de junio y julio, con el sol muy alto, intentábamos que la luz no les cayese a los actores de plomo, buscando una disposición escénica que diese algo de sombra a las caras, con la luz cenital, pero algo de contra.
Lee la entrevista completa en el número 86 de Cameraman.
Foto en destacado: Marino Scandurra
Foto en Home: José Haro